jueves, 4 de septiembre de 2014

Estructura y funciones de la piel


La piel es la capa que recubre totalmente al organismo humano. A simple vista se pueden apreciar los diferentes surcos y pliegues que forma (ver diagrama de la página siguiente). Es un órgano con fun­ciones bien precisas y exclusivas. Es, además, asiento de muchos sín­tomas, algunos correspondientes a enfermedades específicamente cutáneas, pero otros correspondientes a enfermedades internas que se manifiestan en la piel.

FUNCIONES BÁSICAS DE LA PIEL.

Protección. La piel actúa como elemento defensivo protegiendo de traumatismos e impidiendo la entrada de sustancias y microorga­nismos extraños
.
Termorregulación. La piel interviene en el mantenimiento de la temperatura corporal constante (a unos 37 °C). El primer meca­nismo para combatir los cambios de temperatura es aumentar o dis­minuir el flujo de sangre que llega a la piel (vasodilatación o vaso­constricción periférica). Es conocido el enrojecimiento que la piel experimenta cuando hace calor, por aumento de la circulación san­guínea, o la palidez que sobreviene cuando hace frío, por el des­censo de dicha circulación. El sudor también interviene en la ter­morregulación; al evaporarse al exterior, roba calor al organismo y hace descender la temperatura corporal.


Sensación. A la piel llegan unas prolongaciones nerviosas que aca­ban en los llamados corpúsculos táctiles, los cuales captan y trans­miten al sistema nervioso las diversas sensaciones físicas, permi­tiendo al cerebro recibir una sensación de dolor, de presión, de calor o de frío o y actuar en consecuencia. Gracias a ello, puede desencadenarse, de manera inmediata, el movimiento reflejo de huida o retirada ante una sensación de pinchazo, quemadura, etcétera.


Secreción. La piel está dotada de diversos mecanismos secretorios: las glándulas sudoríparas segregan el sudor. En las glándulas sebá­ceas se produce el sebo cutáneo, que actúa como aislante y anti­séptico y suaviza la piel. También segrega la melanina, responsable de la pigmentación cutánea. Finalmente, la piel produce queratina, una proteína que, a través del proceso conocido como queratiniza- ción, cornifica o endurece las capas más externas de la misma y contribuye decisivamente al recambio de sus células.


Descripción anatómica


Al microscopio, en la piel pueden distinguirse tres capas super­puestas que, de fuera hacia dentro, son las siguientes:


Epidermis. Es la parte más externa de la piel. Es un delgado epite­lio, de un grosor similar al de una hoja de papel, compuesto por una serie de células que están en continua renovación: son los querati- nocitos. Dispersos entre ellos se encuentran los melanocitos, célu­las encargadas de producir melanina, y las células de Langerhans, que tienen una función defensiva. La epidermis se divide en cuatro estratos: basal o germinativo, espinoso, granuloso y córneo.
La epidermis no posee vasos sanguíneos ni linfáticos, pero sí una gran cantidad de terminaciones nerviosas.


Dermis. Es la capa situada bajo la epidermis. Es rica en vasos san­guíneos y linfáticos y posee abundantes terminaciones nerviosas (corpúsculos) que recogen la sensibilidad táctil (Meissner), la sen­sación de frío (Kraus), y la presión (Pacini).
En esta capa están situadas también las glándulas sudoríparas, las glándulas sebáceas y la raíz del pelo. La dermis es un tejido rico en células defensivas, tales como los mastocitos y los histiocitos, célu­las de soporte como los fibroblastos, y fibras colágenas y elásticas que confieren a la piel su elasticidad y flexibilidad.


Hipodermis. Es la parte más profunda de la dermis. Es una zona rica en tejido graso, que actúa como un almohadillado que prote­ge los órganos que se encuentran debajo. Bajo la hipodermis se encuentra ya el tejido subcutáneo, que constituye el límite interno de la piel.
La piel que recubre los orificios naturales del organismo (boca, fosas nasales, etcétera), cambia su estructura y pasa a llamarse muco­sa. La diferencia fundamental entre la estructura de la piel y la de las mucosas es que éstas, en condiciones normales, carecen de capas queratimizadas, es decir, su epidermis carece de estrato córneo y gra­nuloso, lo que le da un aspecto más suave, y sus anexos son distin­tos a los de la piel y adaptados a la función de la mucosa concreta (glándulas salivares accesorias en la mucosa bucal, cilios y glándu­las mucosas en la nasal, papilas gustativas en la lengua, etcétera).


Órganos anexos a la piel


Insertados en la piel se encuentran una serie de importantes anexos: el pelo, las uñas, las glándulas sebáceas y las glándulas sudoríparas.


El pelo. El pelo es una estructura queratinizada y de forma cilin­drica que consta de dos partes: el tallo, la porción de pelo que sobre­sale de la piel, y la raíz, que es la parte que se hunde en ella formando el folículo, estructura tubular recubierta de un saco fibroso que llega hasta la dermis, donde se ensancha y constituye el bulbo. Las glándulas sebáceas vierten su secreción en el interior del folículo. Junto a cada folículo se encuentra un músculo erector del pelo, encargado de enderezarlo ante situaciones de frío o miedo, acción que da a la piel el aspecto popularmente conocido como“piel de gallina”.
El pelo está formado por una zona medular, una corteza rica en melanina, responsable de su color, y una capa externa o cutícula.


Las uñas. Las uñas son estructuras formadas por células querati- nizadas que se alojan en la matriz ungular. La parte oculta en la matriz se llama raíz ungular y la visible, limbo ungular. En su base, constituyendo un semicírculo de color más claro, se encuentra la lúnula. La base de piel sobre la que asienta toda la uña se llama lecho ungular.


Glándulas sebáceas. Las glándulas sebáceas están localizadas junto al pelo y son, consecuentemente, más abundantes en las zonas donde hay mayor cantidad (cuero cabelludo, axilas, zona genital). Están formadas por unas cavidades en forma de sacos, revestidas por unas células productoras de secreción grasosa: el sebo piloso, que es vertido al folículo y, a través de él, al exterior de la piel.


Glándulas sudoríparas. Las glándulas sudoríparas son unas estruc­turas tubulares situadas en la dermis que adoptan una forma en ovillo. Existen dos tipos diferentes: glándulas sudoríparas apocrinas y ecrinas. Las primeras segregan un sudor espeso, mientras que las segundas producen un sudor más acuoso y cristalino.

El sudor es un fluido compuesto fundamentalmente de agua, pero en el que se encuentran también otras sustancias, como amoniaco, sales, grasas, etcétera. El sudor es inicialmente inodoro, pero la acción de ciertas bacterias cutáneas lo descompone y le presta su olor característico. Como ya se ha dicho, la secreción de sudor es un mecanismo regulador de la temperatura.

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