El ciclo de
la sangre
HEMATOPOYESIS
Las células
contenidas en la sangre están en constante regeneración, ya que tienen una
vida limitada y son destruidas al final de su vida. El proceso de formación de
nuevas células sanguíneas tiene lugar en la médula ósea y se denomina
hematopoyesis. Este proceso es distinto para cada estirpe celular. El proceso
de destrucción se produce sobre todo en el bazo y en la propia médula ósea.
En la
médula ósea existen unas células madres pluripotenciales que tienen capacidad
para dar origen a cualquiera de las estirpes celulares sanguíneas. Dependiendo
de las necesidades corporales del momento se decantan preferentemente por una u
otra línea.
Se denomina
eritropoyesis al proceso mediante el cual se forman nuevos glóbulos rojos o
eritrocitos; leucopoyesis al que permite la creación de nuevos glóbulos blancos
o leucocitos, y trombopoyesis a aquel a través del cual se crean nuevas
plaquetas o trombocitos.
La
eritropoyesis o proceso de creación de nuevos eritrocitos o glóbulos rojos
tiene lugar en la médula ósea. El ritmo de fabricación de nuevos glóbulos rojos
está en función del ritmo de destrucción de los mismos. Esta regulación se
realiza mediante la acción de la eri- tropoyetina, una sustancia segregada por
el riñón. En situaciones de necesidad de glóbulos rojos, aumenta la producción
de eritropo- yetina que estimulará la eritropoyesis.
A partir de
las células madres indiferenciadas se forman los proeri- troblastos, células de
gran tamaño y núcleo voluminoso, de las que derivarán sucesivamente los
eritroblastos basófilos, eritroblas- tos policromatófilos y los eritroblastos
acidófilos, cada uno con un núcleo más pequeño y menor tamaño que su antecesor,
hasta que, llegados a este punto, pierden su núcleo y se convierten en reticu-
locitos, precursores inmediatos de los glóbulos rojos maduros, que son vertidos
en la sangre circulante (ver esquema pág. 37). En este proceso de eritropoyesis
juegan un papel esencial determinadas sustancias que deben ser aportadas por la
dieta diaria, como son la vitamina B12, el hierro y el ácido fólico.
Los
glóbulos rojos, una vez liberados en el torrente sanguíneo, tienen una vida
media de 120 días, pasados los cuáles se destruyen.
LEUCOPOYESIS
A partir de
la célula madre indiferenciada se genera una célula de gran tamaño y un núcleo
central (mieloblasto) que, mediante su división, dará lugar al promielocito y
al mielocito, el cual podrá adoptar tres formas diferentes: mielocito
neutrófilo, basófilo y eosi- nófilo. A partir de ahí y mediante sucesivas fases
de maduración, se crean los metamielocitos neutrófilos, basófilos y
eosinófilos; posteriormente, los granulocitos no segmentados, y, por último,
las formas de granulocitos maduros denominados polinucleares (neutrófilos,
basófilos o eosinófilos) con su núcleo segmentado.
Los
linfocitos tienen su origen en la médula ósea, pero una vez producidos, pueden
pasar por una fase de maduración en el timo y convertirse en linfocitos T, o
experimentar el proceso madurativo en la propia médula ósea y salir a la sangre
en forma de linfocitos B.
Los
monocitos se generan también en la médula ósea. Las células madres
indiferenciadas dan lugar a los promonocitos que posteriormente pasarán a ser
monocitos, los cuales migran a los tejidos, siendo también denominados
macrófagos o histiocitos.
TROMBOPOYESIS
La
trombopoyesis es el proceso mediante el cual se regeneran las plaquetas o
trombocitos y tiene lugar en la médula ósea. Este proceso de nueva creación de
plaquetas está en relación con el ritmo con el que se destruyen las ya
circulantes. Se regula por la acción de una sustancia, la trombopoyetina, que
mantiene en equilibrio el ritmo de destrucción y de nueva creación.
A partir de
una primera célula madre pluripotencial se crean los megacarioblastos. De ellos
derivan los promegacarioblastos y de éstos los megacariocitos, que finalmente
se fragmentan y permiten la liberación de plaquetas al torrente circulatorio.
Una vez las plaquetas circulan libremente pueden utilizarse en la elaboración
de coágulos, si es que es precisa su acción por cualquier lesión hemo- rrágica
que pueda producirse, o agotan su ciclo vital al cabo de 8 o 10 días, siendo
destruidas en el interior del bazo.
Las
primeras veces que se intentó realizar una transfusión de sangre de una persona
a otra, se observó que esta operación daba lugar a una intensa reacción en el
receptor que podía acabar con su muerte. Actualmente se sabe que dichas
reacciones se deben a que en la membrana de los glóbulos rojos existen una
serie de sustancias (antígenos de superficie) propias para cada persona, que
actúan como identificación de los hematíes. Los globulos rojos que no tienen
los mismos antígenos son reconocidos como extraños y destruidos por los
anticuerpos.
Grupos sanguíneos
Existen muchos tipos de antígenos de superficie que permiten la clasificación
de las personas en grupos sanguíneos, pero los dos sistemas más importantes y
que dan lugar a la mayoría de las reacciones transfusionales graves, son el ABO
y el Rh.
Sistema
ABO. Todos los seres humanos pueden clasificarse, según este sistema, en uno
de] los cuatro grupos sanguíneos siguientes:
Grupo A.
Personas cuyos glóbulos rojos poseen un antígeno del tipo A y carecen de
cualquier otro tipo.
Grupo B.
Personas cuyos glóbulos rojos poseen exclusivamente antígenos de tipo B.
Grupo AB.
Personas que poseen a la vez antígenos de tipo Ay B.
Grupo O.
Personas cuyos glóbulos rojos carecen de antígenos de tipo Ay B.
Así, una persona
podrá recibir glóbulos rojos de otra de su mismo grupo o de grupo O, y podrá
dar a una persona de su mismo grupo o de grupo AB.
Sistema Rh. El sistema Rh se basa en la existencia o no, sobre la
membrana del glóbulo rojo, de un antígeno denominado antígeno D. Las personas
que lo poseen se clasifican dentro del grupo Rh (D)+ y las que carecen de él
están en el grupo de los Rh (D)-.