miércoles, 21 de enero de 2015

El ciclo de la sangre

El ciclo de la sangre


HEMATOPOYESIS

Las células contenidas en la sangre están en constante regenera­ción, ya que tienen una vida limitada y son destruidas al final de su vida. El proceso de formación de nuevas células sanguíneas tiene lugar en la médula ósea y se denomina hematopoyesis. Este proce­so es distinto para cada estirpe celular. El proceso de destrucción se produce sobre todo en el bazo y en la propia médula ósea.
En la médula ósea existen unas células madres pluripotenciales que tienen capacidad para dar origen a cualquiera de las estirpes celu­lares sanguíneas. Dependiendo de las necesidades corporales del momento se decantan preferentemente por una u otra línea.
Se denomina eritropoyesis al proceso mediante el cual se forman nuevos glóbulos rojos o eritrocitos; leucopoyesis al que permite la creación de nuevos glóbulos blancos o leucocitos, y trombopoyesis a aquel a través del cual se crean nuevas plaquetas o trombocitos.


La eritropoyesis o proceso de creación de nuevos eritrocitos o gló­bulos rojos tiene lugar en la médula ósea. El ritmo de fabricación de nuevos glóbulos rojos está en función del ritmo de destrucción de los mismos. Esta regulación se realiza mediante la acción de la eri- tropoyetina, una sustancia segregada por el riñón. En situaciones de necesidad de glóbulos rojos, aumenta la producción de eritropo- yetina que estimulará la eritropoyesis.
A partir de las células madres indiferenciadas se forman los proeri- troblastos, células de gran tamaño y núcleo voluminoso, de las que derivarán sucesivamente los eritroblastos basófilos, eritroblas- tos policromatófilos y los eritroblastos acidófilos, cada uno con un núcleo más pequeño y menor tamaño que su antecesor, hasta que, llegados a este punto, pierden su núcleo y se convierten en reticu- locitos, precursores inmediatos de los glóbulos rojos maduros, que son vertidos en la sangre circulante (ver esquema pág. 37). En este proceso de eritropoyesis juegan un papel esencial determinadas sustancias que deben ser aportadas por la dieta diaria, como son la vitamina B12, el hierro y el ácido fólico.
Los glóbulos rojos, una vez liberados en el torrente sanguíneo, tie­nen una vida media de 120 días, pasados los cuáles se destruyen.


LEUCOPOYESIS

A partir de la célula madre indiferenciada se genera una célula de gran tamaño y un núcleo central (mieloblasto) que, mediante su división, dará lugar al promielocito y al mielocito, el cual podrá adoptar tres formas diferentes: mielocito neutrófilo, basófilo y eosi- nófilo. A partir de ahí y mediante sucesivas fases de maduración, se crean los metamielocitos neutrófilos, basófilos y eosinófilos; pos­teriormente, los granulocitos no segmentados, y, por último, las for­mas de granulocitos maduros denominados polinucleares (neu­trófilos, basófilos o eosinófilos) con su núcleo segmentado.
Los linfocitos tienen su origen en la médula ósea, pero una vez pro­ducidos, pueden pasar por una fase de maduración en el timo y con­vertirse en linfocitos T, o experimentar el proceso madurativo en la propia médula ósea y salir a la sangre en forma de linfocitos B.
Los monocitos se generan también en la médula ósea. Las células madres indiferenciadas dan lugar a los promonocitos que poste­riormente pasarán a ser monocitos, los cuales migran a los tejidos, siendo también denominados macrófagos o histiocitos.


TROMBOPOYESIS


La trombopoyesis es el proceso mediante el cual se regeneran las pla­quetas o trombocitos y tiene lugar en la médula ósea. Este proceso de nueva creación de plaquetas está en relación con el ritmo con el que se destruyen las ya circulantes. Se regula por la acción de una sustancia, la trombopoyetina, que mantiene en equilibrio el ritmo de destrucción y de nueva creación.
A partir de una primera célula madre pluripotencial se crean los megacarioblastos. De ellos derivan los promegacarioblastos y de éstos los megacariocitos, que finalmente se fragmentan y permiten la liberación de plaquetas al torrente circulatorio. Una vez las pla­quetas circulan libremente pueden utilizarse en la elaboración de coágulos, si es que es precisa su acción por cualquier lesión hemo- rrágica que pueda producirse, o agotan su ciclo vital al cabo de 8 o 10 días, siendo destruidas en el interior del bazo.


Las primeras veces que se intentó realizar una transfusión de sangre de una persona a otra, se observó que esta operación daba lugar a una intensa reacción en el receptor que podía acabar con su muer­te. Actualmente se sabe que dichas reacciones se deben a que en la membrana de los glóbulos rojos existen una serie de sustancias (antígenos de superficie) propias para cada persona, que actúan como identificación de los hematíes. Los globulos rojos que no tie­nen los mismos antígenos son reconocidos como extraños y des­truidos por los anticuerpos.


Grupos sanguíneos


Existen muchos tipos de antígenos de superficie que permiten la cla­sificación de las personas en grupos sanguíneos, pero los dos siste­mas más importantes y que dan lugar a la mayoría de las reacciones transfusionales graves, son el ABO y el Rh.

Sistema ABO. Todos los seres humanos pueden clasificarse, según este sistema, en uno de] los cuatro grupos sanguíneos siguientes:
Grupo A. Personas cuyos glóbulos rojos poseen un antígeno del tipo A y carecen de cualquier otro tipo.
Grupo B. Personas cuyos gló­bulos rojos poseen exclusiva­mente antígenos de tipo B.
Grupo AB. Personas que poseen a la vez antígenos de tipo Ay B.
Grupo O. Personas cuyos gló­bulos rojos carecen de antíge­nos de tipo Ay B.
Así, una persona podrá recibir glóbulos rojos de otra de su mismo grupo o de grupo O, y podrá dar a una persona de su mismo grupo o de grupo AB.

Sistema Rh. El sistema Rh se basa en la existencia o no, sobre la membrana del glóbu­lo rojo, de un antígeno deno­minado antígeno D. Las per­sonas que lo poseen se clasifican dentro del grupo Rh (D)+ y las que carecen de él están en el grupo de los Rh (D)-.